miércoles, 24 de noviembre de 2010

Cuáles son las consecuencias de un segundo de distracción?? ^^

A veces me ponen de mal humor y a veces de buen humor... pero siempre dependen de otro ^^

A 50 mtrs. del semáforo en rojo en una calle de un sentido casi sin tráfico, voy despacito mirando cómo se pelean dos niñas de uniforme muy corto (y yo crecí en época de Dictadura y polleras largas, ufa!) y ¡Púm!... Mi agenda del próximo mes, mi economía personal y mi estado de ánimo previo a un final de Importación es totalmente arruinado por un señor que sale de su cochera sin mirar hacia los lados... Un lado!!! ERA UN SOLO LADO al que tenía que mirar!!!! Y además su esposa dice que es culpa mía porque yo no miré la luz roja de su cochera... semaforo para PEATONES!!! no para automovilistas... Lo único que falta es que además de tener que mirar los semáforos y los autos que circulan también tengamos que prestar atención a cada cochera de la ciudad por si un IDIOTA sale sin previo aviso... A todo esto lo peor es que la pelea de las dos niñas terminó y se sentaron codo a codo a vernos a nosotros ^^

... Así fue como luego de varios meses volví al transporte público esperando que el seguro del señor miope me pague el paragolpes, el guardabarros y la puerta ^^

Cuándo mi vida se tornaba gris y no encontraba la forma de reorganizar mi agenda siendo peatona (cosa que realmente me molesta mucho) una amiga logra hacerme sonreir... casi hasta las carcajadas... y NO ES RUBIA!!!

Sand está en Tierra del Fuego, se fue a trabajar una semana a Ushuaia (ventajas de ser abogada) y recibo un amigable y simpático sms dónde me cuenta que salió de Ushuaia rumbo a "Rio Hondo" y que ya me contará detalles... ¿no es tierna? Con la demostración de sus conocimientos geográficos ha logrado cambiarme mi humor a tal punto que no puedo continuar este blog... fue literalmente interrumpido por alguien a quién quiero mucho y se debe estar riendo en ese auto como yo desde acá ya que le acabo de informar que está en Santiago del Estero, que se equivocó de avión :P


viernes, 19 de noviembre de 2010

Cuando en el secundario me obligaron a leer este cuento, no sabía que lo iba a recordar por el resto de mi vida...

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestion de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirian color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subio los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oidos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

"La Continuidad de los Parques" - Julio Cortázar