jueves, 1 de septiembre de 2022

Reseña de una Nueva Pobre. Tomo 2

Se inflamó mi dedo meñique izquierdo, también tengo una molestia en el codo, por lo tanto hago un par de consultas y mis compañeros de trabajo me informan que para llegar al traumatólogo necesito un pase de un médico clínico.

También me dan datos del lugar dónde me atienden en guardia médica sin turnos previos.

Como no puedo dejar de ser un tauro caprichoso pido un turno con médico clínico, luego de la habitual espera con publicidades, una amable señorita me informa que en mi caso me recomienda una atención virtual y me da el primer turno para el día siguiente a las 8:30 hs.

No funciona como con OSDE, la virtualidad no es por zoom ni videoconferencia, es por teléfono. Una doctora muy amable me llamó 8:25 y me preguntó qué me sucedía, y de paso hablamos de mi historia clínica en una versión reducida de 10 minutos. Me informa que me dará el pase pero que es preferible que vaya a la guardia porque los turnos programados son muy lejanos. Aprovechamos la charla y también me preparará una orden de laboratorio completo y una tomografía para ver si mis pulmones se han recuperado del covid o siguen igual.

Pero no todo es tan fácil, no las envía por mail ni por whatsapp, debo pasar por un centro médico a retirarlas.

Al terminar mi día laboral voy al centro médico más cercano en bicicleta, estacionar a las 18:30 en Congreso sigue sin ser una opción. 

Allí me dan las ordenes impresas, la autorización para hacer la tomografía y un turno para traumatología para el 12 de octubre (ahí entiendo tantas reseñas negativas), también me dan un turno para la médica clínica con tiempo para hacerme todos los estudios y tener los resultados, en una fecha más razonable. Salgo y camino unas 6 cuadras hasta el lugar dónde atienden las guardias traumatológicas. Camino porque aún no han pasado los 15 minutos de espera necesaria para tomar otra ecobici de mi ciudad.

Al entrar, previo pago, me preparo para la larga espera y mala atención (en algún momento debería pasar)

Sentada, en una sala amplia y muy iluminada, recuerdo q mi última visita a la guardia del Hospital Británico dónde perdí 2 horas pero estaba más cerca de casa, aunque en ese Anexo del Sagrado Corazón tengo wifi gratis, no así en mi vecino centro médico. Antes de terminar de comentar algo en Instagram me llama un doctor desde el consultorio 112, no es porteño pero no se de dónde es ni me importa mucho, no iba a discriminar a quién tocaría mi dedito mocho.

Le comento que no recuerdo haberlo golpeado y que solo me duele cuándo intento tipear pero que está inflamado (cosa que él también notó) entonces me pide que extienda el brazo y comienza a tocar diferentes lugares hasta el codo, llegando a la conclusión que no siento dolor en el dedo porque tengo una tendinitis que… (y ahí comenzó un bla bla inentendible mientras seguía moviendo mi brazo izquierdo y el dolor no me dejaba escuchar). Me envía al sector Rayos y que luego vuelva.

Bajo con miedo de seguir pagando pero no hace falta… No todo lo cobran.

Mientras espero el segundo llamado intento continuar ese comentario pero no lo logro. Vuelvo a escuchar mi apellido y un muchacho muy amable me ayuda a acomodar el codo para sacar un par de placas y luego manipula con mucho cuidado mi mano acomodando ese dedo para otras dos.

Vuelvo a mi silla anterior y ahora si logro terminar el comentario virtual de pocas palabras antes de que me vuelvan a llamar.

El doc que habla muy rápido me entablilla el dedito y me da una orden de urgencia para traumatología, indicándome que no voy a esperar hasta octubre, que en menos de 10 días me tienen que atender. Salgo del centro médico una hora después.

Esta mañana, de un día jueves, a la hora que solía ir al gimnasio, me ato el dedo meñique al anular para que no me duela y subo en una bicicleta rumbo a pedir un turno en persona con traumatología.

A las 7:20 una amable recepcionista me informa que el primer turno es para el martes, o sea que tengo que esperar 3 días hábiles, no es tan terrible. Me explica que debe anular el turno de octubre y que por favor llegue 15 minutos antes del horario de la cita.

Vuelvo a casa caminando, otra vez me atendieron antes de los 15 minutos.

Aún espero que alguien me atienda mal para poder ladrar o hacer una mala reseña del lugar pero, no lo he logrado...

Reseña de una Nueva Pobre. Tomo 1

 Dejé de ser una Hippie con OSDE, ahora tengo OSECAC.  No sé si primero fue el costo o mi cercanía a la jubilación pero cambié mi obra social.

Antes de utilizar mi nuevo carnet leí miles de reseñas y muchísimas eran muy malas, eso me preocupó pero ya había tomado la decisión y me haría cargo de ello.

Pedí turno con un odontólogo para hacerme una limpieza de control, en ese momento me enteré que se paga bono por cada atención, aún así no sería tan caro como ir en forma particular así que arranqué la tortura de pedir turno.

Tengo pretensiones horarias, no voy en horario laboral así que me preparé para una larga espera y así fue. Me dieron turno para un mes después, lo que me hizo recordar que en mi anterior obra social lo conseguía en 3 semanas… No fue tan terrible.

Bajo el lema “primero pague y luego la atendemos”, pero con una sonrisa de la recepcionista tan criticada en las reseñas por atender muy mal, acepté la realidad de que a mí me trataron amablemente y me explicaron dos veces los pasos a seguir ante mi cara de “no entiendo” sin perder esa sonrisa y buena actitud.

Me atendió una odontóloga parca y poco simpática que realizó un buen trabajo y me dio instrucciones, a cara de perro, de cómo lavarme los dientes. No me animé a decirle que así lo hacía, bajé la cabeza y salí con mis ventanitas dentales listas para enfrentar mi próxima comida. Sufriendo la noticia de que solo podía ir allí una vez al año, ya no serían cada 6 meses (al menos a ese costo mínimo).

Luego consideré que en cinco meses tengo que renovar mi registro para conducir, por lo tanto necesitaba actualizar mis lentes, los últimos los había hecho en la renovación anterior hace casi 4 años… Era hora y tenía tiempo para soportar las largas esperas.

Comunicarme telefónicamente no es fácil, escuché publicidades sindicales durante un rato antes de darme un turno para 10 días después, dadas mis condiciones de horario. Solo fue 1 día más tarde que el oftalmólogo que me atendía antes.

Previo pago, otra vez, me miden mis ojos y los viejos lentes, antes de ver a la oftalmóloga, una joven muy amable que me dio la nueva orden y las instrucciones para hacer un par gratis si autorizo la orden en el sindicato.

Gratis!!!!  Así que al día siguiente completé on line el formulario que me devolvieron aprobado 2 horas después por mail y el mismo día salí rumbo a una de las ópticas recomendadas, las cuales también tenían malas referencias (como todo). 

Entré con los botines de punta esperando una mala atención y que me dijeran que no había pero no fue así. Otra vez esas sonrisas y las explicaciones sobre un descuento especial para un segundo par (uso lejos y cerca) así que me hicieron gratis los más caros y en 12 cuotas los de larga distancia a un precio similar al que pagué 4 años antes, cuando no era pobre. Me los entregaron en 48 hs. hábiles ante mi sorpresa. Recórcholis, otra vez no pude protestar y yo iba preparada para hacerlo.

Ahora quedaba esperar la experiencia ante una urgencia que esperaba que no sucediera tan pronto, pero…

 

sábado, 5 de septiembre de 2020

Mi amada ciudad ya no brilla, o la que no brilla soy yo...

 Desde abril, todos los meses voy a la oficina un día, alrededor del 10, pero esta vez por una crisis en medio de la pandemia, me tocó ir el 2, un miércoles, cuándo prefiero ir los martes.

El tráfico estaba molesto, papá decía, que los días de lluvia se llena de domingueros y así lo sentí en un día cuasilaboral de covid.

La plaza de Mayo rodeada de autos estacionados, pero sin personas caminando apuradas esquivando codazos.

Al llegar, ya no compartí el ascensor con alguien, recordando que tenía que dejarlos pasar por falta de espacio.

Llegué al piso, y estaba todo oscuro, esperé unos minutos hasta, que la única persona presente me abrió la puerta. A través del vidrio veía los dos televisores apagados, el mostrador de recepción donde había plantas, ahora tenía rociadores de alcohol.

Preparé la cafetera, como siempre hacía, pero esta vez no encontré café. Se lo habían “robado” del otro sector, así que caminé con mi tacita encendiendo las luces por pasillos vacíos para conseguir mi querido brebaje oscuro.

Antes llamaba por interno a mis compañeras, ahora me llenan de audios el whatsapp, y yo odio los audios.

Sin cadete, me tocó ir hasta la librería con dos libros muy importantes dentro de una bolsa negra de basura en mi bolso, paraguas en mano enfrenté esas cuadras, que hacía meses que no recorría.

Miré hacia el cielo gris y no vi aviones, ni siquiera palomas, solo la llovizna molesta.

La gente ya no te choca al caminar por la calle, nos evitamos como si tuviésemos una burbuja alrededor, o quizás más como un cono de silencio de una vieja serie de televisión.

Descubrí calles peatonales convertidas en estacionamiento de ambas manos y con más tráfico que Av. De Mayo.

Caminé hacia Florida, viendo con tristeza locales en alquiler, intentando adivinar cuál era el rubro que no pudo soportar la crisis y cerró.

Me detuve frente a la vidriera del negocio en el que alguna vez compré acrílicos y pinceles, me acerqué a la puerta pensando en lo que necesitaba  y pedí dos barbijos de oferta.

Los bares, que servían desayunos y almuerzos, hoy con las sillas sobre las mesas peleando por los pocos deliverys,  que se pueden, hacer en un lugar casi sin oficinas habilitadas.

Volví a la oficina, ya estaban los firmantes así que pude terminar mis tareas urgentes y me tomé diez minutos, para charlar con un compañero del que no sabía nada desde marzo. Lo noté tan gris y cansado, tan oscuro como su negro barbijo. Intenté recordar su sonrisa, pero no pude.

De regreso, el tráfico ya no era el mismo, la furia de las primeras horas se habían convertido en el desierto del atardecer, como si le tuviésemos miedo a la noche.

Ya en mi casa, mi lugar, todo estaba en orden, igual que cuándo me fui.  Yo ya no era la misma y sentía, que mi amada ciudad ya no brillaba, como si estuviese en duelo por un mundo, que no puede superar su enfermedad.