domingo, 22 de junio de 2014

No cambié mis planes por no verte, solo fue por culpa del perro callejero...


En la misma manzana dónde vivo hay un perro negro algo viejo, de tamaño mediano,viviendo en la calle. Pasea esos 400 metros sin bajar a la vereda, siempre encuentra quién lo alimente, le de agua o abrigo. Casi somos vecinos aunque nunca hayamos tenido una charla, una comida juntos, literalmente nos hemos ignorado por años.

Sábado mundialista, mi familia decidió que había que continuar la "cábala" que comenzó en día del padre, debía ir a almorzar y ver el partido con ellos, así que cargué mi valijita de minivacaciones en el baúl y pasé a buscar a mi cuñada y sobrinas camino a casa de mis padres ya que mi hermano trabajaba esa mañana.

Intento dar vuelta en la esquina y de pronto ese viejo perro negro, algo cachuzo y siempre tranquilo se para frente al auto ladrando desesperadamente, incluso con "cara de malo" y no me deja doblar. Un par de personas le gritan desde la vereda intentando que mis ganas de continuar viaje no asceleren pasando por arriba al bicho agresivo que casi no reconozco en el agotado vecino... Para tranquilizar a mis vecinos comienzo a reir, además era con muchas ganas ya no podía creer lo que estaba viendo, parecía un chiste malo. Si daba un metro marcha atrás, él avanzaba, si quería adelantarme no se movía mientras seguía ladrando de forma muy agresiva.

Mientras el viejo pichicho no me dejaba avanzar, me rodeó una moto, una camioneta y ambos siguieron su camino... todos podían avanzar menos yo,.

Y como yo no creo mucho en las casualidades, sino en las causalidades, un segundo de lucidez entre las carcajadas que me causaba la situación y el terror de los vecinos que esperaban que yo no lo atropellara para lograr avanzar, decidí que un perro que se pasa el 90% de su tiempo tirado en una vereda tenía que tener una muy buena razón para no dejarme avanzar así que hice marcha atrás y cambié el recorrido, no seguí por dónde él no quería que fuera y cambié mis planes de fin de semana.

Cumplí los deberes familiares y en cuanto pude partí en busca de los mimos y la contención de la que abuso luego de excesos familiares. No fue mi culpa, yo pensaba seguir viaje el finde pero el perro negro me convenció de que no debía hacerlo, que mis planes no eran los correctos y necesitaba hacer un cambio de último momento por alguna razón que no conocía y que no voy a analizar ahora, dos días después...



No hay comentarios:

Publicar un comentario