jueves, 13 de agosto de 2020

Mi ser antisocial necesita socializar

Todo está oscuro a mi alrededor. No siento ni miedo ni desesperación, alcanza abrir los ojos para volver a ver lo que me rodea.

Me recuerda a mamá. Ella me contaba que, cuándo era chica y se enojaba con sus hermanos mayores, cerraba muy fuerte los ojos para que todos quedaran a oscuras.  No sé cuándo se dio cuenta que eso no pasaba, no sé si realmente lo hizo, pero su imagen parada en medio de su familia es algo que jamás olvidaré, casi como si yo misma la hubiese visto.

En estos días la recuerdo mucho, imagino cuánto hubiese sufrido este encierro obligado. Ella, que necesitaba hablar con la gente, tomar mate con sus amigas, ir al Bingo con su hermana y su ahijado, abrazar a mis sobrinas, codearse cómplice con mi cuñada, preparar el equipaje para pasar nuestros inviernos en Europa, eso que hacía cada año desde que nacieron mis sobrinos portugueses. Esa desesperación y lágrimas, que dejaba cuándo la acompañaba a Ezeiza en mayo, ya con frío, y seguramente también cuándo subía al avión de regreso en septiembre. Ella no sabía lo que era pasar un invierno, vivía saltando de primavera en primavera.

Nos quería a todos juntos, necesitaba tenernos cerca y confirmar, que éramos felices, pero no podía.

Quiero cerrar los ojos, hacerme amiga de mis miedos.

Me encantaría abrir los ojos y tener a mis amigas cerca,  no por videollamada. Almorzar realmente juntas, pasarnos el vino, pelear por la única frutilla del postre. Necesito miradas cómplices, a las hermanas elegidas, juntarnos como en una torre de Babel y charlar todas a la vez, reír de los chistes a medio contar porque todas sabemos el final.

¡¡¡Necesito a mi gente cerca!!!

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